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Xavier Lacosta

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Batet, Franco y Ribas de Pina

La conferencia de Paul Preston el pasado 6 de octubre en el Palau de la Prensa de Palma de Mallorca sorprendió a parte del auditorio al rememorar la intervención del coronel Ribas de Pina, de quien muchos no sabían ni que hubiera existido, como defensor del general Batet ante la represión de Franco. ¿Quién fue Batet, por qué le odiaba Franco y en qué consistió su defensa por Ribas de Pina?

Domingo Batet Mestres nació en Tarragona en 1872. Fue un héroe de Cuba, intervino en 40 misiones de primera línea y ascendió de 2º teniente a capitán en sólo año y medio. En 1922, ya coronel, tuvo un primer encontronazo con el entonces comandante Francisco Franco al que criticó en un informe sobre el (mal) comportamiento del Ejército en Marruecos dirigido al ministro de Guerra, Niceto Alcalá Zamora, luego primer Jefe de Estado de la II República. Batet criticaba el ansia de fama de Franco, que pasara más tiempo alternando en ‘bares y círculos’ que en el cuartel con sus soldados y oficiales –“Franco tiene poco de militar”, decía-, y que pidiera la Laureada de San Fernando sin merecerla.

El segundo encontronazo Batet / Franco fue en 1934 con ocasión del 6 de octubre. Batet era entonces general jefe de la IV División ubicada en Barcelona mientras Franco detentaba la Comandancia General de Baleares. Por casualidad, Franco se hallaba de visita privada en Madrid justo cuando comenzó la revolución en Asturias y Companys proclamó en Barcelona “el Estado Catalàn dentro de la República Federal Española”. El ministro de la Guerra del gobierno derechista de Alejandro Lerroux, Diego Hidalgo, tenía amistad con Franco y directamente le encargó la represión saltándose toda la escala de mando del Ejército. Franco, que no se había traído a Madrid ni su uniforme ni disponía de oficina propia, empezó a organizarlo todo a telefonazos desde el mismo despacho de Hidalgo. Mandó que 4 destructores y 3 cruceros zarparan hacia Barcelona trasladando regulares y legionarios con la idea de hacer una represión sangrienta, y ordenó al mismo Batet que atacara la sede de la Generalitat a cañonazos.

No hacía falta. Batet ya había logrado él solo rendir a Companys en la misma noche del 6 al 7, y con muy poco derramamiento de sangre. Sólo hubo tiros en la Rambla de Santa Mónica, en una maniobra de distracción mientras Batet destacaba el grueso de su fuerza desde la Ciutadella a Via Laietana pasando por la calle Princesa para desembocar en la misma Plaça de Sant Jaume. Domingo Batet además ‘puenteó’ a Franco, que no era su jefe directo ni natural y al que no tenía por qué obedecer, para hablar directamente con el ministro Hidalgo, Lerroux y Alcalá Zamora y convencerles de que no había ningún combate que librar pues la situación estaba dominada con ahorro de muchas vidas. Los días 7, 8 y 9 llegaron los barcos de guerra con las tropas africanas para aburrirse, pues no tenían ya nada que hacer. Lerroux premió a Batet con la Laureada que ambicionaba Franco y que no consiguió ni por su sangrienta represión en Asturias.

El tercer y último enfrentamiento entre Franco y Batet fue el mismo 18 de julio de 1936. Desde el 13 de junio anterior, Batet era el jefe de la División de Burgos. Y se opuso al alzamiento por lealtad a la República, como sofocó el 6 de octubre catalán igualmente por lealtad republicana, pero sus subordinados rebeldes le detuvieron. Y gracias: su coronel ayudante, Arturo Herrero Company, fue asesinado por los oficiales golpistas y arrojado a una cuneta. Traidoramente, Emilio Mola había asegurado a Batet el 29 de junio que él también era leal a la República; mentía, pues en realidad dirigía la conspiración desde febrero, y le volvió a asegurar su lealtad ¡en la mañana del 17 de julio!

El 4 de septiembre se inició la causa franquista contra Batet bajo la acusación, ya común, de ‘auxilio a la rebelión’. Y aquí entra en la historia el coronel Miguel Ribas de Pina, del arma de Artillería y mallorquín. Ningún oficial aceptó defender a Batet, hacerlo podría ser entendido como una enemistad con Franco. Pero Ribas de Pina aceptó ‘muy gustoso’, según comunicó por escrito.

No nos engañemos, Ribas de Pina, culto, historiador y autor, estaba con el alzamiento, no con la República. Como todos los oficiales mallorquines, como los hermanos Villalonga. Pero, ante el cúmulo de abusos sangrientos en que se había convertido ya la Justicia “nacional”, tuvo un comportamiento honesto y decente: asentó el 22 de noviembre en sus conclusiones provisionales la sola literalidad del artículo 237 del Código de Justicia Militar: “Son reos del delito de rebelión militar los QUE SE ALCEN EN ARMAS contra la Constitución, el Estado Republicano, contra el Presidente de la República, la Asamblea Constituyente, los cuerpos legislativos o el GOBIERNO CONSTITUCIONAL Y LEGÍTIMO”, marcando él mismo estas mayúsculas.

Ese comunicado venía a decir que los traidores a España eran los golpistas y no Batet. Eso no podía figurar en el sumario. Así que se inventaron que Ribas de Pina tenía una incompatibilidad para llevar la defensa: Mola, titulado ya “General Jefe del Ejército del Norte”, argumentó el día 25 que desde el anterior 19 de noviembre Ribas de Pina no estaba destinado en Burgos y por tanto no podía ejercer como defensor de Batet, lo que invalidaba su escrito del 22. Una burda maniobra de burócrata chupatintas.

Dos oficiales más se negaron a defender a Batet; el comandante Tomás Peire Cabaleiro, amigo de Juan March, ni siquiera le contestó. Aceptó el tercero, capitán José López Sanza, pero se negó, contrariando al yerno de Batet, a alegar lo que éste había hecho por España el 6 de octubre de 1934

Franco decretó la baja de Batet del Ejército el 26 de diciembre, por lo que pasó de laureado general y leal a la República a simple civil. Un insulto a añadir al de su reclusión no en una prisión militar sino en un penal común. Y otro insulto añadió Franco: escribió en la orden que su baja obedecía a “su desamor a la Patria demostrada en momentos trascendentes”. Esos ‘momentos’ habían sido Cuba, el 6 de octubre, su Laureada, su lealtad al Estado legal…

El 8 de enero de 1937 se dictó la sentencia. A Batet se le pedían dos penas de muerte por traidor y por rebelde, menos mal que sólo le condenaron a una –eso sí, con agravantes–. El 15 de febrero Franco dio el ‘enterado’ fijándose la ejecución para el 17 en el campo de tiro burgalés de Vista Alegre. Dicen que Batet estuvo sereno y valeroso. Dicen también que el veterano Cabanellas lloró ese día.

El coronel Ribas de Pina, descendiente de Ferràn Ribas de Pina, uno de los cuatro caballeros de Jaume I que primero entraron en Medina Mayurqa por la Porta de Santa Margalida el 31 de diciembre de 1229, fue cesado de su mando en diciembre de 1937 y nombrado gobernador militar de Palencia, un puesto irrelevante de retaguardia. Su carrera militar acabó en 1943, con el mismo grado de coronel. Cosa rara de verdad, y hasta matemáticamente imposible, cuando el escalafón se movió tanto que todos los golpistas de rango inferior a Ribas de Pina acabaron la guerra con empleos militares más altos que él.

Domingo Batet dejó una corta carta a sus hijos de apenas dos párrafos: “… sed buenos ciudadanos, cumplid siempre vuestro deber… repaso mi vida y mi conciencia está tranquila y satisfecha… seguid mi ejemplo…”

Xavier Lacosta.