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Periodistas y corresponsales extranjeros en la Guerra Civil española.

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Henry Buckley (1908-1972)


Decano de los periodistas extranjeros en España, pues oficiaba de corresponsal desde 1929 para The Daily Telegrapf. Fueron 10 años de servicios impagables a este gran profesional del periodismo. Henry Buckley fue espectador de los acontecimientos más importantes en España desde el final de la monarquía hasta la derrota de la II República. Buckley había llegado a España jovencito y sin experiencia, justo en el final de la Dictadura primoriverista. El amigo Henry era un católico inglés, conservador y afortunadamente libre de prejuicios. Desde su posición privilegiada, conoció a todas las figuras que en el final de la dictadura fueron. EL dictador, incluso le parecía un tipo honesto y le caía bien. También tuvo contacto periodístico con el Rey Alfonso, especialmente el día que perdió la corona, pareciéndole a Buckley un monarca estúpido para gobernar pero listo para las maldades, amen de un impenitente frívolo, pues mientras perdía el Reino se dedicaba a ver películas en el cine particular de palacio. Avanzados los acontecimientos y desbordada la nación española por lo males que nunca sus tradicionales clases dirigentes supieron remediar y llegada la hora de los reformistas, Buckley asiste excitado a la presión oligárquica y la reacción defensiva de los revolucionarios que asfixian al legitimo gobierno. Buckley les va cogiendo el punto a todos ellos. Alcalá Zamora no le gusta, le parece un charlatán llegado del otro bando. Azaña tampoco, es tan prepotente... Mucho menos los oligarcas, y muy poco los revolucionarios. A Buckley sólo le motiva el pueblo español, su resistencia, sus duras espaldas que lo aguantan todo, sus ganas de vivir y de aprender, sus deseos de luchar y crear un mundo mejor. Y así el conservador y joven Buckley se convierte en un admirador del pueblo español y de su República. Y lo entiende todo, como muy pocos corresponsales lo han hecho en España, en ese país que fuimos antes de la derrota en la Guerra Civil, donde el pueblo era lo que de verdad merecía la pena. Y donde su vanguardia política, mejor o peor, libre o dependiente, se debatía en una lucha brutal donde se jugaban sus destinos y sus vidas, y donde la perfidia Europea, fascismos emergentes o democracias decadentes, intervinieron o dejaron hacer, según  papeles, abocando al gobierno a ponerse en manos de ayuda lejana y políticamente muy peligrosa, pero no había otra.

Bucley era muy conocido entre los corresponsales de guerra en la España republicana, una especie de decano de todos ellos. Su libro Vida y muerte de la República española (1), es un disfrute para un republicano. Escrito después de la guerra dice exactamente lo que siempre pensamos quienes apoyamos al gobierno de Negrín. Pero no se trata como decimos de ningún peligroso comunista. No, se trata de un católico ingles, conservador.

El amigo Buckley fotografió a su compañeros en Teruel y con el coche atascado en la nieve.

Son famosas sus crónicas en Teruel, en el Ebro, entrevistando a personajes del Ejército Popular, con sorprendentes apuntes que desbaratan los tópicos sobre personajes de la GCe sin contemplaciones y sin piedad. Notición, Lister no era un zafio comiendo, ¡era un Gourmet! que tenía un cocinero de tres estrellas. La Pasionaria, una terrible comunista que se comía a los niños crudos, le dejó a Buckley probablemente el mejor recuerdo que ningún líder republicano le dio durante las horas en que la entrevistó en Valencia. Aseguró que había más determinación y liderazgo en un meñique de la Pasionaria que en todo el cuerpo de Azaña. Azaña no le caía bien, tenía muy mala opinión de los líderes republicano-conservadores del partido de Azaña y les culpaba de no haber impedido la guerra civil y de no tener ningún cuajo con los militares, por no actuar duramente con ellos en vez de mandarlos a Canarias o a Pamplona para que prepararan su maldita conspiración. También criticó sin piedad a personajes míticos socialistas como Besteiro, del que aseguró que pese a ser una eminencia, no sabía lo que le pasaba a su propio país en guerra, y esta afirmación la hacía extensiva a muchos de quienes torpedeaban al gobierno Negrín, nacionalistas, socialistas, anarquistas y poumistas. A estos últimos les acusó directamente de las revueltas de mayo de 1937 en Barcelona, especial a Andreu Nin, aduciendo que fue un error haber dejado que policías comunistas lo desaparecieran en vez de juzgarlo como al resto de sus compañeros por rebelión militar.

Trasbordador de fortuna en el Ebro

Buckley atravesó la frontera francesa en febrero de 1939 acompañando a los restos del Ejército de Cataluña. Durante la WWII fue corresponsal de guerra con los aliados en Italia y Francia. Participó en el desembarco de Anzio donde fue gravemente herido por un obús alemán. Posteriormente tras algunos otros destinos, fue nombrado responsable de la agencia Reuter en España y se afincó en Sitges con su familia (su mujer era catalana). Murió en 1972.

(1) Su publicación en 2013 es al parecer mérito de su compatriota e hispanista Paul Preston y compone uno de los cinco mejores libros sobre la Guerra Civil española que además fue traducido al español por su hijo el historiador Ramón Buckley.